jueves, 3 de mayo de 2012

Un error lo comete cualquiera!


Camilo Bonetti

En nuestro país, en todas las épocas y en las diversas sociedades, capitaleñas, provinciales y municipales, siempre han surgido personas que acaparan en sí todo un caudal de condiciones.   

En el deporte, en el folklor, en la política; estos personajes concitan la atención de la colectividad, se convierten en guías o en ejemplos a imitar:
Don Paco Escribano, Freddy Beras Goico, el Dr. Zaglul, Juan Marichal,  Sammy Sosa, Antonio de la Maza y hermanos, Manolo Tavárez Justo, don  Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez y tantos otros a los que, el Pueblo, recuerda con amor, cariño y respeto, por todo lo que hicieron en beneficio de sus coterráneos. 

Ha habido otros, en cambio, que sus conductas les colocan en la acera de enfrente, son antípodas de los primeros.  En estos no aparecen condiciones positivas.  Todo lo contrario, son antivalores. En ellos la crueldad, la hipocresía, la falsedad, la propensión a la calumnia, el ansia desmedida por el dinero fácil y la enfermiza manía de hacer daño a sus connacionales es materia corriente y abundante.  Estos seres producen repulsión y asco solo de pensar en ellos.

Qué sentimos, en nuestro fuero interno, al oír mencionar los nombres de: Johnny Abbes García, Alisinio Peña Rivera, el periodista Rafael Bonilla Aybar (Bonillita), y a Vincho Castillo?

Sobre todo el Dr. Marino Vinicio Castillo (Vincho)!  ¡Histriónico, sofista!   

No se encuentra su nombre defendiendo alguna causa popular, de las tantas que ha librado el Pueblo Dominicano, en los últimos 50 años para afianzar la democracia y sus instituciones

Un somero análisis de su historial nos muestra que siempre ha estado al servicio de los poderosos y de las peores causas: Al servicio entusiasta al Trujillato; al servicio del Caudillo reformista que produjo El Gacetazo del año 1978 y el subsecuente Fallo Histórico que despojo de varios senadores al PRD, y la subsecuente mayoría en el Senado, lo que a su vez impidió someter a la justicia a muchos de los culpables de crímenes y delitos durante los doce años de Balaguer.

Lo encontramos también al servicio de los que cometieron los fraudes del Baninter para hacer aparecer este crimen lesa patria y a sus autores como victimas de una política errónea del gobierno de Hipólito Mejía. 

Este fraude bancario hacía más de una década que se cometía, a la vista de las autoridades de ese momento; hasta que el gobierno de Mejía, en el 2003, descubrieron el delito que se venía ejecutando y, el Presidente Mejía, rápido y con firmeza, actuó responsablemente sometiendo a los autores a la justicia.

Los que desde tiempo atrás conocían este hecho, autoridades nacionales y foráneas; o estuvieron ciegos o fueron cómplices.   De lo que no hay dudas es que a Vincho Castillo, y a su oficina de abogados,  les tocó una gran tajada por sus servicios profesionales en defensa de estos pulcros y dignos ciudadanos. 

Logró, también, Vincho Castillo, que el Presidente Leonel Fernández le devolviera el Listín Diario, cuerpo de delito en el caso Baninter, al padre del que cometió el robo.  Un premio al delito de cuello blanco!

Como zar y asesor del Presidente de la República en la lucha contra las drogas su posición ha sido extremadamente reaccionaria.  No hay más que analizar  la posición de los grandes dirigentes mundiales hoy día, una gran cantidad de ellos señalan la conveniencia de cierta tolerancia.  La guerra a muerte, posición del doctor Castillo, se ha demostrado que ha fracasado.   

Recuerdo que, en su lecho de enfermo, ya casi moribundo, el doctor Peña Gómez sufrió mucho por una bajeza en su contra, puesta a circular en los Estados Unidos y en Dominicana, que lo vinculaba al trafico de drogas.

En medio del dolor se elevó el doctor Peña Gómez a alturas pocas veces alcanzadas por dominicano alguno y respondió a sus calumniadores con aquel bellísimo poema: “¡Yo les perdono!”

En ese tiempo corrió el rumor de que, de una oficina conocidísima de abogados dominicanos, enfermizamente enemigos de Peña Gómez y del PRD, salió la infamia.

Recuerdo, también que, en una mañana inolvidable, en el velatorio del egregio Líder, en el Centro Olímpico, en aquel memorable 1998; una señora de las clases humildes cayó con ataques histéricos al suelo gritando;  “Fue Vincho quien le mató! …  Fue Vincho!

¡Esos gritos electrificaron a muchos hombres que, compungidos por el dolor de la irreparable pérdida, quisieron salir a buscar a aquel a quien se señalaba como responsable de tanto dolor y daño; para exigirle cuentas y castigar la infamia cometida!

¡Raudo como el rayo, el compañero Hatuey D´Camps se interpuso entre la salida y este contingente de furiosos hombres!

A durísimas penas logró Hatuey convencerles e impidió que salieran a cumplir su propósito!

¡Mucho he pensado en aquella mañana de 1998!     ¡Se equivocó el compañero Hatuey! 

¡Bueno, un error lo comete cualquiera!


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