miércoles, 4 de mayo de 2011

Hipólito y el PLD: Mentiras viejas, Verdades Nuevas

Por Luis R. Decamps R. (*)
    El probable tenor de la “línea de embate” que
asumirá el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) frente a la cada vez más
acreditada candidatura del ex presidente Hipólito Mejía, al margen de menudencias
y matizaciones, fue hecho público hace unos días en un programa de televisión
por cierto “abogado y comunicador” estrechamente vinculado al poder palaciego.
    El citado profesional del Derecho dijo para la ocasión más o menos lo siguiente:
“Los dominicanos  no se van aventurar a
elegir de nuevo a un hombre que encabezó un gobierno de ineptos, apadrinó el
narcotráfico, descalabró económicamente el país, produjo la mas grande
devaluación de la moneda en toda nuestra historia y entregó el gobierno
totalmente quebrado”.    


    (La presunción del autor de que esas
expresiones podrían configurar la “matriz” del “marketing confrontacional” del
PLD contra Mejía no sólo se debe a que el mencionado jurista ha sido en los últimos
tiempos uno de los “estrategas” de campaña de las candidaturas de ese partido y
sus aliados sino también a un hecho aún más ostensible: la mayoría de los pronunciamientos
críticos que formulan los peledeístas contra del candidato del PRD giran, a partir
de una invocación al supuesto “peligro del retroceso”, alrededor de esos mismos
“ejes” retóricos).
    Por supuesto, en lo primero que cualquier
observador repararía, al analizar las posibilidades de éxito de la cantinela en
alusión, es que la misma luce “trasnochada” desde el punto de vista de las
demandas actuales del debate partidarista nacional (se refiere a controversiales
situaciones del ayer, únicamente importantes para historiadores, gente
políticamente insomne o individuos que viven regurgitando en el pasado) y,
paralelamente, presenta varias “fallas de origen” demasiado evidentes para un
simple ejercicio “reflexivo” de sentido común.
  Ciertamente, semejante “instrumental” discursivo desentierra
interpretaciones sobre acontecimientos registrados entre los años 2000 y 2004, es
decir, situados a la distancia de casi dos generaciones con respecto al 2012, y
cualquier estudioso de la fenomenología política sabe que, como quedó palmariamente
demostrado con el caso del doctor Balaguer en 1986, la misma tiene escasas
posibilidades tener eco o repercusiones significativas en las preferencias de las
nuevas cosechas de sufragantes, que constituyen un porcentaje no desdeñable de
la población electoral activa presupuestada para el año venidero. 

    Igualmente, en tanto “táctica de choque”,
esa tendencia de arenga echa mano de “argumentos” contra Mejía demasiado
conocidos, harto discutidos y, por lo tanto, políticamente gastados y manidos,
que en los hechos sólo pudieran ser eventualmente válidos para personas muy
favorecidas por el gobierno actual, fanatizadas en exceso por las sinrazones
del fundamentalismo militante o definitivamente ajenas al debate partidarista nacional:
esto es, para una fracción minoritaria del electorado vernáculo que, por
razones materiales o emocionales de “alto interés personal” (o debido a mera
desidia existencial), pudieran desear que el abanderado electoral del PRD no
resulte ganador de los comicios del año próximo. 

    Asimismo, la susodicha “propaganda de
choque” contendría una perorata que resultaría repetida por las mismas personas
que en 2004 (cuando estaban en la oposición) la crearon y agitaron
políticamente, esas que en el 2012 tendrán ocho años hablando y actuando desde
las alturas el gobierno con resultados harto cuestionables desde múltiples
puntos de mira. La conclusión, en lo atinente a este tema, es inevitable: el
mensaje se debilitaría enormemente por virtud del descrédito o la falta de
calidad moral de los mensajeros.
    Por último, las citadas “matrices” de
propagada negativa no tienen en cuenta (la tratan como si no existiera) la abracadabrante
realidad económica y social a la que se enfrenta en estos instantes el
dominicano común, patentizada en el deterioro de su capacidad de acceso a
bienes y servicios, la existencia de un clima generalizado de inseguridad y el
auge de la corrupción, y que ha dado pábulo a la convicción mayoritaria de que
dentro de una nueva administración del PLD no hay esperanzas inmediatas de
mejoría en las condiciones generales de existencia de la nación.
    Ahora bien, aún obviando todos esos elementos
primigenios de análisis, algunas interrogantes fundamentales quedan planteadas
para un examen desapasionado de la “línea” en cuestión: ¿responden a la verdad
histórica y, subsecuentemente, son conceptualmente sostenibles las afirmaciones
del abogado de referencia con respecto a la administración del ex presidente
Mejía? La realidad es que los hechos, siempre tercos como mulas, se empecinan
en sugerir la negativa como respuesta.
    Lo primero es que el “argumento” de que el
gobierno del ex presidente Hipólito Mejía era de “ineptos” es una mentira de
tomo y lomo que sólo los tontos y los resentidos se atreven a repetir hoy día,
pues se ha demostrado palmariamente que quienes sirvieron en funciones de
principalía en las instituciones del Estado durante aquella gestión no sólo
eran individuos de formación académica, experiencia profesional y talento
personal reconocidos (hasta el punto de que algunos luego fueron “reclutados”
por el PLD) sino inclusive con calificaciones técnicas y morales superiores a las
de los funcionarios de la actualidad, tal y como se puede comprobar haciendo
una comparación “cargo por cargo y hombre por hombre” con los incumbentes del
régimen peledeísta.
   Lo segundo es que hablar de la presencia o
la influencia del narcotráfico en el Estado no le luce en lo más mínimo a la
administración peledeísta, pues ha sido en los últimos siete años cuando ese
flagelo social ha alcanzado en nuestro país proporciones epidémicas y, por
añadidura, cuando más empleados, funcionarios y contratistas (novias o amantes
incluidas) han sido objeto de vinculaciones con el mismo (que no sólo han
terminado en una profusa cancelación de visados sino también en solicitudes de
extradición por parte de las autoridades de los Estados Unidos). No es casual,
en lo atinente a este tópico, que durante el gobierno del ex presidente Mejía,
pese a la ocurrencia de incidentes personales aislados, ni la embajada
estadounidense en el país ni el Departamento de Estado manifestaran dudas, como
ha acontecido en los últimos tres años, respecto a la seriedad y la efectividad
de la política al tenor del Estado dominicano.
   (Como contrapartida, convendría recordar que
desde el año 2005 la sociedad dominicana ha sido virtualmente sitiada por la
delincuencia, y que desde entonces el fracaso de la política de seguridad
ciudadana del peledeismo gobernante ha sido por partida doble: tras mentir
reiteradamente diciendo que el aumento de la actividad delictiva obedecía a
factores ajenos a su gestión -recordemos las excusas: “los desplazados del
poder”, “el nuevo código procesal penal”, “el progreso trae aparejado
delincuencia”, “los deportados de USA” y, últimamente, “la falta de educación
doméstica”-, ha tenido que reconocer que la orgía delincuencial que hoy nos
acogota es nuestro “mayor desafío actual” porque hoy día no hay ninguna familia
criolla que no tenga un miembro víctimizado por ella).    
    Lo tercero es que hablar hoy (a la altura
de mayo del año 2011) de “descalabro económico”, “devaluación de la moneda” o
“quiebra del país” durante la administración de Mejía (tramo 2003-2004) sin
mencionar el fraude bancario (que nos costó el 20 por ciento del PIB) y los
banqueros tramposos (que hoy cumplen penas criminales en la cárcel de Najayo)
es un “cuento chino” que sólo puede ser obra, justamente, de un abogado de
éstos últimos. Sólo vale la pena recordar, en cuanto a este peliagudo asunto,
que las acusaciones contra Mejía y su gobierno de los defensores a sueldo de
los banqueros fulleros resultaron desmentidas irrebatiblemente por técnicos
extranjeros (FMI, BID, BM y RF de los Estados Unidos), por los voceros de la
sociedad civil (CONEP, PC, etcétera) por la Asociación de Bancos Comerciales de
la República Dominicana y, desde luego, por varias sentencias de la Suprema
Corte de Justicia.   
    De manera, pues, que la “línea de embate”
contra la candidatura del ex presidente Mejía que acaba de ser bocetada por el
abogado de uno de los banqueros procesados por fraude, resulta bastante
defectuosa y con cuestionables posibilidades de éxito: es fácilmente
contestable o rebatible a la luz de los hechos históricos y del análisis de
coyuntura… La razón es simple: se trata, en esencia, de mentiras viejas que
intentan ser recicladas para “tapar” las verdades nuevas, y ya se sabe que en
la lucha electoral, donde los apremios cotidianos influyen poderosamente sobre
la gente que vota, ese antiquísimo truco de “magia” política barata
habitualmente resulta contraproducente.

    (*) El autor es abogado y profesor universitario



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