Por Ing. Teódulo Antonio Mercedes
No ha transcurrido mucho tiempo, desde que inusitado paro laboral estremeció la sociedad dominicana.
Fueron momentos en que gente sin poder se sintió poderosa de repente, en una ciudad fragmentada entre los que tienen posibilidad de llegar a los bienes del Estado, de los cuales disfrutan y los que tienen como fuente de subsistencia su esfuerzo cotidiano, por lo que reciben con furia la forma dispendiosa de los primeros.
Dicha actividad social, presentó las características sociológicas de la ausencia de enmascarados incentivando a la población a su adhesión al paro laboral, al mismo tiempo se desterró la violencia en las manifestaciones sociales de nuestra sociedad, pudiendo observarse, que fue uno de los días de menor índice delincuencia y con menor número de decesos mortales auspiciados por problemas sociales.
Fueron momentos en que gente sin poder se sintió poderosa de repente, en una ciudad fragmentada entre los que tienen posibilidad de llegar a los bienes del Estado, de los cuales disfrutan y los que tienen como fuente de subsistencia su esfuerzo cotidiano, por lo que reciben con furia la forma dispendiosa de los primeros.
Dicha actividad social, presentó las características sociológicas de la ausencia de enmascarados incentivando a la población a su adhesión al paro laboral, al mismo tiempo se desterró la violencia en las manifestaciones sociales de nuestra sociedad, pudiendo observarse, que fue uno de los días de menor índice delincuencia y con menor número de decesos mortales auspiciados por problemas sociales.
Nadie vio los jóvenes con las sudadera y capuchas con las que acostumbraban participar en los paros del Cibao, sobre todo en Navarrete y la parte norte de Santo Domingo.
Las causas de las protestas son de todos conocidas, así como la indiferencia de las autoridades para la búsqueda de solución a las mismas.
Aunque aquí, los periódicos nacionales, no le prestan las coberturas que debían de tener esos actos, por su repetitividad, hoy forman parte de nuestra cotidianidad y de nuestra existencia gris.
Pero en el primer mundo, donde lentamente comienzan a vivir la cotidianidad de los marginados de las sociedades de alto bienestar, las manifestaciones comienzan a presentarse con las mismas características de los pueblos pobres, sumergiendo en el temor y la incertidumbre, a los grupos sociales que su estado de bienestar le impide ver las desgracias de los demás.
En la semana pasada, sorprendieron en la inolvidable ciudad de Londres, las violentas protestas populares, comenzando en el paupérrimo barrio de Tottenham, donde habitan un gran conglomerado de Jamaiquinos, oriundo del Caribe. Así como nosotros, la juventud que participó en las protestas, viene de familias de inmigrantes y de la clase trabajadora, donde muchos existen por los beneficios que el gobierno otorga a segmentos poblacional que habitan bajo los márgenes de miseria que los estamentos estatales así han clasificados y caminan por la calle en grupos grandes. Hablan un inglés inconfundible y oyen rap, reggaeton y otras músicas caribeñas.
Hoy la faceta más llamativa es la capucha, ese gorro pegado al saco de algodón que en inglés le llaman Hoodie, lo cual se ha convertido en un símbolo de la rebeldía en las protestas de esa semana: era el uniforme, que ha provocado numerosas detenciones sin delito cometido, como en Santo Domingo en la décadas de los ochenta, eran las botas.
La historia de los pueblos en su paso por la sociedad se llena de simbología, mitos y métodos que desarrolla para lograr en su tiempo objetivos específicos. Esto explica, el papel de las gacetas en Europa en la revolución del 1848, de los carteles, como insipiente método publicitario para incentivar a las masas en la revolución de 1789 en Francia.
Nadie pone en tela de juicio el papel protagónico como medio comunicacional ejercido por la radio en la revolución de abril en la isla de Santo Domingo, lo cual no fue de menor importancia en Francia en la revuelta de Mayo del 1968.
Asi como las cintas de audio, allanaron el camino para el ascenso de Jomeini en 1979 en el Irán de los Reza Pahlevi.
Ahora en la rica Inglaterra, se ponen de moda las capuchas del Bronx y Navarrete para los movimientos contestatarios, los cuales fueron adoptados cuando los raperos se convirtieron en un modelo a seguir para los jóvenes del Caribe y los barrios pobres de Estados Unidos.
Los estudios del problema, comienzan a llenar las páginas los periódicos, en la asombrada Inglaterra.
Al igual que en la frontera de los imperios, los jóvenes de Tottenham y los demás barrios impactados por los disturbios, sus necesidades son parecidas.
¿Cuál es el perfil sociológico del «Hoodie»?
Para Jenny Leighton, jefa del gabinete de prensa del alcalde del distrito de Hackney, uno de los lugares de mayor devastación, el «Hoodie» como fenómeno social “no se limita a un joven pandillero, el «Hoodie» como nuevo alborotador del siglo XXI tiene sus propios rasgos distintivos: chándal Adidas o Nike, zapatillas de la misma marca si es posible, sudadera con capucha y bajo ella gorras y pañuelos, una cultura musical influenciada por el «Hip-Hop» —entre otros géneros—, jerga americanizada y gustos comerciales definidos que se reflejan en las tiendas que fueron objeto de saqueo —telefonía móvil, prendas deportivas y moda”.
Otros estudiosos afirman que: “El «Hoodie» no es pobre, en el sentido global de pobreza. Incluso puede ser rico —algunos de los detenidos en los disturbios de Inglaterra, tenían un estatus social medio-alto—. Tampoco responde a raza, religión u origen. Entre la turbamulta abundaron los espontáneos.” «Son personas sin empleo y bajo la frustración del mundo de riqueza que no pueden alcanzar»: «Esos chicos están siempre en la casa viviendo de sus padres o en la calle con sus pandillas. Los recortes han provocado que instalaciones deportivas o educativas hayan dejado de funcionar».
Estas características, tan comunes en los barrios de Quisqueya, comienzan a crear problemas en las ciudades desarrolladas, donde la conciencia social con mayor desarrollo, se manifiesta y los canales de expresiones tienen mejores diseños que evitan en parte, el control del dinero del Estado sobre los mismos.
Aunque en algunos países, tienen desarrollada la cultura del diálogo, parece que en Inglaterra ha perdido su expresión, como aquí, donde podemos afirmar que con los grupos que tienen la hegemonía del poder fracasó, porque cuando se incrementó el diálogo como cultura, lo acompañaron con mil y una prebenda para los participantes imponiendo a fuerza del dinero la ética de la indiferencia que logro durante mucho tiempo retardar el auge de las contradicciones.
Ejemplo de esto es el último diálogo, llevado a cabo en Gualey, donde los grandes ausentes, fueron los exponentes barriales, porque el objetivo era un evento complaciente al primer mandatario.
En ese acto, fue notorio el rechazo de la población a las manipulaciones y actos de demagogia electoral que en nada ayudan a solucionar los inconvenientes desde tiempo detectados en las grandes barriada populares.
Aunque felicitamos la llegada en las ciudades desarrollada de los Hoodies, como expresión del descontento social, en nuestros lares, me regocijo con su desaparición, porque demuestra que estamos logrando métodos de lucha superiores a los que detentan los resortes del poder. Métodos en que la conciencia junto al enojo son catalizadores sociales que pueden convertirse en vía y camino para grandes transformaciones sociales y económicas en tiempos venideros.
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